En educación superior se habla de tres funciones sustantivas, elementos imprescindibles en el trabajo que se desarrolla al interior de las Universidades en Ecuador: la docencia, la investigación y la vinculación con la colectividad (que a nivel internacional suele denominarse extensión. Usualmente el grado en que estas funciones aparecen en la vida cotidiana de los centros de estudio, varía dependiendo del nivel al que se haga relación. Es decir, si se trata de una carrera de grado (licenciatura, ingeniería, etc.) el énfasis se ubica en la docencia y tiene gran importancia la vinculación. En cambio, si se trata de un programa de posgrado, el énfasis se ubica usualmente en la investigación, reduciendo significativamente las actividades de vinculación.
Ahora bien, esta dinámica, usualmente definida al interior de equipos de generación de política pública, es la que produce y define la concepción que se tenga de lo que es una Universidad. La cuestión es que, ese énfasis en una u otra dimensión, caracteriza una forma de mirar los espacios y por ende también los procesos, o dicho de otro modo, las lógicas con las que concebimos la universidad dependen en gran parte de a qué le damos más importancia, y eso tendrá un efecto en nuestras acciones.
Mi hipótesis es la siguiente: si en un centro de educación superior enfatizamos la docencia, lo que tendremos es una suerte de “colegio para adultos”, si el énfasis está en cambio, en la vinculación, lo que aparece a la vista adquiere la forma de un “club de beneficencia”, y solamente si se enfatiza en la investigación, podemos hablar en estricto sentido de una Universidad. Esto requiere una explicación y argumentación más amplia.
En relación a la docencia, cabe decir que en el Ecuador muchas de las Universidades mantienen inclusive dinámicas y estructuras propias de la educación media. En ella existen horarios muy estrictos, vigilancia, estructuras burocráticas que atañen a los docentes, o mecanismos de promoción similares. Por supuesto, esto no quiere decir que esas sean las mejores estructuras para la educación media, pero en el mundo de la educación formal, al menos son las más extendidas. Una universidad que asume como tarea fundamental el “enseñar”, o incluso el transmitir informaciones en la lógica de la educación formal y bancaria, termina siendo una progresión del colegio (de uno cuya intención no sea transformar).
Por otro lado, si bien la vinculación con la sociedad es algo relativamente nuevo en las políticas públicas de educación superior, la misma ha adquirido bastante relevancia inclusive en los procesos de evaluación de la calidad. Lamentablemente, y precisamente por su novedad, la vinculación, en la práctica, ha asumido dos rostros: 1) el de desarrollar pequeñas actividades con los estudiantes, más en la línea de labor social o capacitación, sin generar ningún compromiso posterior, y 2) como otra forma de hacer prácticas pre-profesionales (de hecho muchas universidades añaden horas a las prácticas llamándolas horas de vinculación). Más que una función sustantiva con un sentido, la vinculación termina vista como requisito de graduación y no como una “extensión” del conocimiento generado al interior de estos espacios.
Entonces, y esto tiene consecuencias prácticas, el elemento que realmente expresa lo que debería ser la principal función de una universidad, en todos sus niveles, es el de la investigación. La universidad, incluso si nos remitimos a su historia, no nació como un espacio dedicado a “dar” clases para formar profesionales, sino como un centro de investigación sostenida y constante. Como resultado de ello, aquellas nuevas reflexiones, conocimientos y aprendizajes se derivan en enseñanza, y se convierten en cursos (docencia), o bien se ponen el servicio de la sociedad más inmediata en forma de aportes (vinculación).
El docente debe ser un investigador, y en la universidad lo debe ser aún más. Más allá de si se trata de un grado o de un posgrado, la educación superior solo tiene sentido en la medida en que su fuente sea la investigación. Es una lástima que en la actualidad el debate suela ser intenso cuando, por ejemplo, a un docente le colocan “horas” para investigar casi presionándolo para que lo haga, reduciendo sus horas de clase, esto si bien parte del hecho de que los docentes sienten que el régimen de publicaciones académicas indexadas ha llegado casi como una imposición, resulta evidente dada la mirada que el juego entre estas funciones sustantivas ha creado sobre el imaginario de lo que es una Universidad. Quizá estemos entonces un poco lejanos de este horizonte, pero para iniciar el camino hacia él, es necesario cambiar el foco (de enfoque) desde el que estamos mirando.
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