Los primeros debates de los presidenciables en Ecuador han puesto en evidencia, no solo las debilidades de estos, sino la poca consideración que la sociedad en general -o al menos un sector-, tiene por aspectos de singular importancia como lo es la educación. Este es, sin duda alguna, uno de los grandes ausentes de los diálogos sobre las propuestas políticas de quienes buscan, a cómo dé lugar, llegar al poder.
Desde el Laboratorio de Educación Alendi, hemos venido desarrollando una serie de diálogos con distintos actores entre los cuales destacan los ex-Ministros de educación de los últimos 10 años. Este ciclo se ha denominado “El futuro de la educación en el Ecuador”, y ha procurado convertirse en un espacio académico más que político, convencidos de que un plan para la educación en Ecuador debe pensarse por fuera de los afanes partidistas del tiempo electoral.
Actualmente me encuentro organizando la información de dichas entrevistas, analizando puntos comunes y también divergencias con el objetivo de armar una publicación mucho más completa. Sin embargo, me adelanto a compartir algunas ideas que pueden convertirse en un primer conjunto de aportes, dado que aparecen reiterativamente en las voces de los actores educativos. Curiosamente, muchas de ellas no han sido consideradas en los planes de campaña de los candidatos:
1. Prioridad a la primera infancia. La mayoría de los planes se centran en la educación superior (este es también un terreno de disputa política), olvidando las múltiples investigaciones que manifiestan que es necesario poner más esfuerzos a nivel de los países para atender a la primera infancia. Más que a las universidades, la inversión debería volcarse hacia los primeros años de vida y de escolaridad. ¿Cómo? Incentivando a que las mejores profesionales sean las que trabajen con estas edades. Formarlas mejor y posicionar el hecho de que quienes mejores capacidades tengan, se ocupen de la formación de las capacidades de estas personas. Además, una buena forma de revalorizar la labor de los educadores podría ser la de aumentar el sueldo a los profesores de inicial y básica elemental, por ejemplo.
2. Mejor formación de educadores. Otro eje que aparece como central es el de la formación de los maestros. Es necesario instaurar, recuperar o dar viabilidad a los convenios existentes, por ejemplo con la UNAE, y otras IES, con el fin de que los profesores tengan mejores capacidades para educar. No se trata únicamente de que sepan información y dominen sus áreas, sino que puedan gestionar lo imprevisto, y se empoderen de los procesos educativos, sin la dependencia de organismos externos. Este giro es necesario en el ámbito pedagógico y permitiría pasar de un sistema enteramente controlador a uno basado en la confianza.
3. Articulación de los sistemas educativos. En Ecuador existen dos sistemas muy diferenciados: el de la educación “regular” y el de la “superior”. Sin embargo, estos están completamente desarticulados, y los esfuerzos por integrarlos han sido más bien inútiles. Esto se debe a que se reduce la articulación a una mejora en las políticas de acceso o a cambios en la prueba EAES, olvidando la posibilidad de establecer una o varias trayectorias que vayan de la primera infancia a la educación superior y/o al mundo laboral. De hecho, la misma evaluación cuenta con una entidad para las universidades (CACES) y otra para la educación básica y bachillerato (INEVAL). Un pendiente a futuro es pensar seriamente cómo articular estos sistemas, y orientarlos incluso, hacia el aprendizaje a lo largo de la vida.
4. Modelo educativo y plan a largo plazo. Parece extraño, pero no lo es: Ecuador no cuenta con un modelo pedagógico y los planes educativos siempre se resuelven con improvisación y acciones emergentes. Lamentablemente, los gobiernos no han apostado por la construcción de un plan a largo plazo, porque buscan resultados inmediatos. Pero, la educación requiere pensar un proyecto que permita avanzar durante varios años en la mejora de la calidad educativa, y este proyecto debe construirse de manera participativa. Esta es la principal razón, además, por la que creo que se debe consolidar un proyecto que sobre pase a los partidos políticos y a los gobiernos de turno.
5. Currículo abierto y multimodal. La reflexión pedagógica más específica va a exigir que se garantice la apertura del currículo. Esta es mencionada en los documentos oficiales, pero se vuelve una ilusión cuando se cierra nuevamente por los textos de las editoriales. Algunas políticas más pequeñas no permiten que el actual currículo (muy bueno en gran medida) se ejecute como abierto. Por poner un ejemplo, la evaluación de los aprendizajes tendría que ser cada tres años, pues en teoría un conjunto de destrezas solo se podrá concluir en un subnivel (3 años). Además, dar importancia a otras modalidades, como la educación en casa o virtual requerirá incluirlas en un plan a largo plazo y garantizar que se trabajen, desde ellas, las capacidades cognitivas de los estudiantes.
6. Ahora sí, educación superior. Este es un centro de múltiples debates y preocupaciones por lo que será necesaria una segunda parte. Varias de las propuestas de los candidatos se enfocan en este espacio, y entre ellas cabe resaltar al menos dos posturas: una completamente demagógica que propone libre ingreso a las universidades y eliminación de los exámenes que sirven de filtro para el acceso; y otra basada en la necesidad de recuperar los logros que se han venido a menos con el actual gobierno, y que proponen garantizar la gratuidad hasta tercer nivel, alcanzar la matrícula universal, y recuperar la política de becas. En educación superior, sin embargo, creo que una de las alternativas que tenemos ahora es la de caminar hacia la internacionalización, al menos en la región de América Latina, pues esto podría asegurarnos contar con programas tipo ERASMUS, que favorezcan el intercambio de estudiantes y docentes, y, por ende, una mejora de la calidad, cuestión que es necesario fortalecer de cara al futuro de la educación en Ecuador.
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