1. Condición relacionada del concepto de juventud
El concepto de juventud, como cualquier otro concepto, se concibe dentro de un mundo de relaciones importantes que configuran su sentido. En general, la concepción que se tenga del mismo depende de una serie de construcciones sociales inscritas en las relaciones que se desarrollan en medio de la misma sociedad.
Por lo tanto, la definición de juventud no puede reducirse a factores etarios, y es en este sentido, que Carlos Feixa (1996:16) manifestaba que “la edad aparece como un constructo modelado por la cultura, cuyas formas y contenidos son cambiantes en el espacio, en el tiempo y en la estructura social”. El concepto de juventud no se limita, por lo tanto, a factores físico-biológicos, sino que debe considerar diversos factores que permitan pensar dicho concepto dentro del contexto social y relacional. Algunos de estos factores podrían ser:
Los lugares, tanto físicos (como por ejemplo aquellos en los que los jóvenes viven su cotidiano) como antropológicos, es decir los espacios de sentido (como los territorios en los que se encuentran grupos de juventudes con identidades diferenciadas).
La historia que configura el ámbito social.
Las condiciones sociales y económicas, pero además las subjetivas, dado que los individuos como tal no existen sino que son el resultado de un conjunto de relaciones que se establecen con los otros.
Es por ello que para entender el concepto de juventud y evitar su esencialización, es necesario considerar los procesos de interacción que tienen las identidades juveniles con otros ámbitos sociales. Por ello, el mismo es cambiante y dinámico, dado que siempre está siendo reconfigurado por el contexto en el que se inscribe. Esto hace que se hable más bien de “juventudes” y no de “juventud”, palabra que limita su comprensión a un solo modo de entender dicho concepto, en una sola vía y de manera esencialista.
Finalmente no se puede considerar lo juvenil sin pensar además lo no juvenil y su campo de interrelaciones. Es visible que el discurso que asumen los jóvenes para definirse a sí mismos parte de una visión adulta y de un lenguaje adulto que configura gran parte de la realidad de sentido de las juventudes, mismas que se han visto envueltas en procesos de dominación simbólica manifiestos, por ejemplo, en el aumento de la edad de estudios, y por lo tanto, en la extensión del tiempo de separación del hogar.
2. Condición situada del concepto de juventud
Volviendo a los lugares, tanto físicos como antropológicos considerados como factor de definición del concepto de juventudes, es imprescindible tomar en cuenta que no se puede definir sus identidades sin partir del contexto amplio y la historia en la cual se inscriben sus procesos y dinámicas. Desde allí se puede comprender que la definición de juventud sea diferente si uno considera a un joven de la ciudad, o a un joven del campo, o si éste es estudiante, religioso, o activista. Este mundo de sentido, o mundanidad - historicidad, si se aborda hermenéuticamente, juega un papel significativo a la hora de definir las identidades de las juventudes.
El cine ha logrado captar significativamente esta idea, y es posible ver en varias películas cómo la sociedad configura el concepto de juventud y las identidades de los mismos. En V de Vendetta, por ejemplo, puede descubrirse una juventud en resistencia como resultado de la dinámica social que anquilosa y aliena a las personas y que solo puede concebirse en medio de las relaciones creadas entre los dos protagonistas de la trama. Una buena analogía para reforzar la idea de que las identidades juveniles se encuentran además atravesadas por procesos de identificación, muchas de las veces explicitados en ritos de iniciación, es cuando en V de Vendetta el “enmascarado” rapta a la protagonista para que viva algo similar a lo que él vivió años atrás, de modo que pueda descubrir así su propio mundo de sentido y se adscriba a él.
Es en este plano también que la condición situada del concepto de juventud remite a una identidad transitoria y no a una identidad estructurada. Se trata de una cuestión que cambia con el tiempo, con el contexto, con el espacio, con el lugar, y que por lo tanto no se agota en ciertos factores psicologizados que esencializan a la juventud.
3. Tiempo social
La psicología conductista ha desarrollado una visión de la juventud caracterizada sobre todo por la división etaria de momentos de la vida definidos desde un solo paradigma social, dando por hecho que en todos los lugares y momentos, la juventud, así como la niñez o la vejez, adquieren unas características similares y por lo tanto definitorias. Lamentablemente ello no es tan real si se considera que las identidades juveniles están inscritas en procesos sociales, económicos y subjetivos, que configuran incluso prácticas concretas relacionadas, en este caso, a una condición de lo juvenil.
Esta visión parte por supuesto de la concepción lineal del tiempo resultante de la perspectiva occidental, que se contrapone a otras visiones como la andina cuyo tiempo es circular y siempre en retorno. Es desde allí que puede concebirse una nueva perspectiva temporal denominada “tiempo social” que imprime marcas en los sujetos y por lo tanto diferencia los procesos de vida en mayor o menor intensidad. Recuerdo hace unos años atrás a un compañero que, por decirlo de algún modo, se autoexcluyó de la juventud a sus 26 años de edad, manifestando que había alcanzado la madurez y dando por hecho que estaba en la capacidad de enseñarnos a vivir. Lamentablemente su visión de la juventud era demasiado reducida como para darle importancia a los valores propios de la misma, y consideró que debía etiquetarse como “adulto” para ser considerado en otros ámbitos vitales, por supuesto, enmarcado en otro tipo de lógicas y valores.
Este tipo de situaciones permiten pensar que la juventud es también el resultado de tiempos sociales que se expresan de manera diacrónica al tiempo histórico y cuya intensidad hace que existan envejecimientos acelerados. En el caso del ejemplo al que se ha hecho mención no podría decirse que efectivamente hay un mayor grado de madurez alcanzado, sino que simplemente se deseaba entrar en una nueva categoría, dado el contexto en el cual nos movíamos como grupo. Sin duda esta decisión estuvo enmarcada en factores contextuales que le hicieron sentir a mi compañero un adulto más en medio del climax de su juventud. Me atrevo a pensar que muchas personas, por ejemplo, aquellos que han experimentado la paternidad o maternidad temprana se ven obligados a vivir de un modo distinto su condición juvenil, dada la responsabilidad a la que se enfrentan, o en contraste, otro amigo quien siendo de 39 años, aún vivía como uno de nosotros (cuando yo tenía 18), argumentando además que en este caso también, el contexto configuraba su forma de ser y por lo tanto su juventud.
Este tiempo social adquiere su denominación precisamente porque está configurado contextualmente lo cual es visible incluso en las expectativas de vida, puesto que al nacer, dependiendo de la clase social, el lugar y otros factores, uno podría hacerse la idea de cuánto va a vivir una persona. Para cerrar este apartado una experiencia más: en Awaronko, en medio de las montañas ecuatorianas, tierras indígenas de quienes guardan aún tradiciones incaicas, vivía una familia conformada por cinco hermanos, su apellido era Maiyashungos y así los recordaré para siempre, el mayor de ellos tenía 14 años, y la que le seguía 12. Entre los dos hacían la labor de padre y madre, madrugaban a ordeñar vacas y con eso podían vivir. Los otros tres estaban en la escuela. Manuel, quien tenía 10 años era entre todos el más joven de una familia, enteramente juvenil.
4. Biocultura
Dado que en medio de la sociedad hay una disputa por el cuerpo, el concepto de biocultura permite entender “la semantización del cuerpo y la disputa por su control, pero también su participación como elemento de resistencia cultural o como expresión artística”. (Valenzuela, 2009:24). Es en este sentido que puede hablarse por un lado de “biopolítica” y por otro de “biorresistencia”.
La biopolitica permite entender que el cuerpo es territorio de control y sometimiento lo cual tienen su origen en los conocidos estudios de Foucault donde él manifiesta que el cuerpo se encuentra inmerso en relaciones de poder y dominación que justifican por ejemplo, el castigo. Sin embargo, si bien el cuerpo es donde más se hace patente esta biopolítica, hay que recordar que la misma no alude únicamente a aquello, sino que considera la vida como tal. Es decir, la vida como objeto de dominación. No se trata únicamente de las relaciones, de las mentes o de los cuerpos, sino de toda la vida. Se trata de una dominación llevada al extremo. En este sentido se me viene a la mente los casos muy conocidos en nuestro país, y quizá mucho más visible que en otros lugares, de jóvenes que no tienen incluso la capacidad de escoger con libertad su futuro, pues los padres de los mismos ya lo tienen preparado. Es muy difícil luchar por la libertad de una persona cuando los adultos han asumido que son los dueños de la vida de sus hijos, o de sus estudiantes. En el campo educativo es muy complejo manejar asuntos en los que los jóvenes han optado por una carrera o estilo de vida, y los padres utilizan la prohibición o el “chantaje afectivo”[1] para que se haga lo que ellos consideran correcto y mejor.
Paralelamente al concepto de biopolítica se encuentra el de biorresistencia, que viene siendo un modo de luchar contra esta dominación de vida, manifiesta sobre todo en el cuerpo como “lugar de resistencia definida, mediante el ejercicio de la sexualidad, la lucha por su control y la reproducción, o la gestualidad que, especialmente en el baile, escenifica su condición sexual frente a quienes intentan limitar el movimiento corporal y la cinética sexuada” (Valenzuela, 2009:15).
La biorresistencia es la forma como los jóvenes manifiestan su inconformidad con esta dominación, y que va desde modos simples de “indisciplina” escolar, como por ejemplo la transgresión de la norma del pelo corto o del uso de maquillaje en las mujeres, o del vestido bajo las rodillas, entre otros, hasta formas complejas de manifestaciones culturales donde hay visos de clara resistencia al poder. Ejemplo de esto último son los espacios donde el cuerpo puede ser utilizado con más libertad por parte de los jóvenes como en el teatro, la danza, la pintura, el cine, y demás.
Por supuesto, junto a estas formas claras de resistencia están todas las ideas manifestadas, de una u otra manera, en medio de la sociedad y que hablan precisamente del deseo de liberación de este dominio claro que se manifiesta de modo especial en el cuerpo, al ser este, nuevamente vale la pena decirlo, el campo donde se hace más visible la tensión adultos-jóvenes por la búsqueda del poder.
Bibliografía
Feixa, C. (1996) Antropología de las edades. Lima:Biblioteca virtual de ciencias sociales.
Valenzuela, J. (2003). Los estudios culturales en México. México:Fondo de Cultura Económica.
Valenzuela, J. (2009). El futuro ya fue. Socioantropología de l@s jóvenes en la modernidad. México: Colegio de la Frontera.
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[1] El término “chantaje afectivo” hace referencia a las estrategias de control de los adultos en donde se utiliza la afectividad como mecanismo. Un ejemplo de ello es cuando las madres utilizan como argumento de convencimiento el hecho de haber sido ellas quienes les han dado la vida a sus hijos y les han cuidado durante muchos años. En este caso, el sentir afectivo puede colocarse por encima de los argumentos que puedan tener los menores.