Para muchas personas, toda esta situación de confinamiento ha representado una mayor cercanía con sus seres queridos, pero, también, una nueva experiencia relacionada al hecho de compaginar sus actividades cotidianas con las del hogar y con las del cuidado de sus hijos. ¿Qué pasa con aquellos cuya actividad es precisamente la educación? ¿Qué lecturas pueden hacer de este momento? Maite, una educadora, nos cuenta su vivencia cotidiana en un bello relato que nos lanza a la reflexión.
Hoy escuchaba la canción “Despacio” de Martha Gómez, pensaba en cómo a algunos nos costó mucho comenzar este proceso de cuarentena. Cómo nos costaron los días lentos porque nos acostumbramos a las prisas, las cosas rápidas, cortas, los miles de ocupaciones (que no han terminado) y otras tantas “NECEsiDADES”, que si suprimimos el ‘si’ nos damos cuenta en qué hemos puesto algunos de nuestros recursos emocionales, afectivos, económicos, de tiempo.
Es paradójica la forma en que nos acostumbramos al caos cotidiano, y, cuando finalmente para, también resulta un caos retomar a la calma; acostumbrarnos a vernos al final del día, y, cuando finalmente pasamos el día juntos, resulta un caos retomar la interacción.
Y por eso a algunos necios nos ha tomado 3 fines de semana recibir este tiempo para vivirlo despacio. Limpiando la casa como en estos 3 años nos hubiera gustado, cuidar del hogar sin el apuro de salir corriendo al colegio, a la natación, a la clase de nivelación, a la entrevista... aún teniendo que planificar, realizar clases virtuales o enviar documentos, todos nos detuvimos un poco.
Y aquí estamos, en medio de una pandemia, en nuestras casas (afortunadamente) haciendo lo que en un millón de años no habíamos creído posible:
Trabajar desde casa de maneras inimaginables, muchas empresas, muchas madres, muchas maestras, muchos niños, todos en casa buscando una nueva forma de compartir, aprender, convivir y organizar el tiempo. Un caos, así es. Toma tiempo que la crisis nos permita acomodarnos a algo nuevo después de funcionar en piloto automático durante muchos años.
Enseñar, desde casa, desde la computadora, desde lejos. En silencio todos trabajando para seguir sosteniendo a nuestros niños, a sus familias. De repente a los padres se nos regala el tiempo para trabajar cerca de nuestros hijos. Suena romántico hasta que se lo debe llevar a la práctica con el trabajo, la limpieza, la alimentación y encima la enseñanza a cuestas.
Creo que es un buen momento para replantearnos cómo van nuestras relaciones en familia, cómo está el cerebro de nuestros hijos, su apego, su relación, su aprendizaje. Por experiencia, cuánto no se desea de corazón que padres e hijos puedan mejorar la calidad de sus vínculos, se conecten más, lo cual influye directamente en el aprendizaje (que tantos trastornos y problemas tiene hoy en día) y el cual se construye de la presencia y la interacción.
Ahora tenemos una oportunidad, única, para hacerlo; quizá con los minutos que nos ahorramos yendo y volviendo del trabajo, con un pequeño descanso que nos demos durante la mañana (que quizá en la oficina no nos sería posible), con compartir al menos dos comidas del día juntos. ¿Hace cuánto no comen juntos un almuerzo, el desayuno todos en la misma mesa? Y si aprovechamos para mirarnos más, conocernos más, comprendernos más, tomar acciones concretas para que el cerebro de nuestros hijos sea más pleno (lo cual está lejos muy lejos de solamente tareas y actividades escolares).
Los contenidos se igualarán, las destrezas se alcanzarán, las notas se compensarán, pero estos años, este tiempo, la forma en que sostenemos a nuestros niños en la crisis, esos aprendizajes a veces no tienen otro momento y son los que realmente sostienen su vida, su salud mental y sus habilidades socio emocionales.
A todos, no nos quedó más que flexibilizar casi todo. En cuestión educativa, espero de corazón que sea una oportunidad para que el sistema pueda abrirse a otras formas de enseñar y aprender, a valorar la creatividad de las maestras, de los mismos padres y sobre todo la resiliencia y tolerancia de nuestros niños, así como las maravillosas oportunidades que el juego y la cotidianidad les ofrecen para aprender. A ver si este tiempo se logra encontrar el cambio que la educación necesita y exige desde hace años. Y valoramos a nuestros niños como parte fundamental y activa de la sociedad, y valoramos a la familia y a su tiempo.
Esto me recuerda que una de las filosofías más hermosas de educación (Reggio Emilia) surgió después de una guerra devastadora. La post guerra dejó daños irreparables en Italia y fueron madres comunitarias y maestros quienes decidieron educar a sus hijos recogiendo las partes rotas de su pueblo, de su ciudad, de su país. Y lo tornaron en aprendizaje, en juego, en construcción. Así surge esta hermosa herramienta de juego que se llama loose parts.
Como yo lo veo, es una lección también para que empresas, escuelas y autoridades reorganicen las políticas y las prioridades que mantienen a una sociedad funcionando de forma correcta.
Creo que este tiempo, nos puede enseñar mucho. En casa, hemos aprendido a mantener nuestro espacio más ordenado, a valorar más la comida que tenemos, reconocer que no es infinita, que quizá después no haya como ‘comprar más’, dejar de consumir tanto y dar más, racionar mejor los alimentos para los momentos del día, identificar cuándo realmente necesitamos comer, qué realmente necesitamos comprar y qué no. Dios nos ha bendecido con trabajo, casa y cariño para seguir adelante.
Esta oportunidad, nos ayuda a ser más conscientes de nuestras propias decisiones, nuestra forma de ser en el diario vivir, caminamos ignorando todo a nuestro alrededor, especialmente a los otros y sus necesidades. Nos olvidamos que no somos los únicos en el Planeta, y yo realmente espero, que este tiempo de ir hacia adentro de nosotros, nos permita tomar en cuenta las necesidades del que está a nuestro lado. Desde la persona con la que vivimos, hasta aquellos que necesitan una, dos y muchas manos para sobrevivir.
Claramente, no hay que romantizar esta cuarentena, cuántos abuelos están solos, más solos en estos momentos, cuántas personas en situación de calle no tiene un refugio para consolarse, cuántos trabajadores informales han prescindido de su venta diaria. Cuantos restaurantes, emprendedores, vendedores…
Así mismo, cuántos niños no tienen acceso a un computador para poder seguir formándose poco a poco, para muchos niños, más de los que imaginamos, la escuela es su único lugar seguro. Cuántos niños estarán más horas con sus maltratadores, sufriendo de violencia y hambre, cuántas familias sin un tele trabajo. Cuántas mujeres aguantando maltrato dentro de su hogar día tras día.
Entonces, al terminar la cuarentena, realmente, espero no vuelva toda la normalidad. Espero podamos mirar no sólo a nuestro alrededor sino al otro, a ese otro que nos necesita más, que volvamos a construirnos juntos, desde esa otredad que tanto se ha perdido y de la que los niños nos enseñan tanto. Y que entonces dejemos de ignorar a las necesidades que nos incomodan de los demás, entendamos que el dinero no nos hace y que de lo poco que podamos tener, siempre siempre lo podemos compartir.
Espero todo esto se teja en el silencio de nuestro corazón y lo podamos ofrecer en compensación a la difícil situación que se vive en los hospitales, albergues y casas de las personas que están pasando esta enfermedad en el mundo entero.
Espero al salir, seamos más comunidad, más tribu, más apoyo. Despacio retomaremos nuestras actividades, despacio seguiremos formando a nuestros niños, despacio volveremos a darnos cuenta de lo que es fundamental en nuestra vida, despacio construiremos una mejor sociedad. No se puede dar de lo que no se siente, y por eso, esta transformación, hay que hacerla desde adentro.
Maite
Sobre la propuesta:
Quisiera recopilar relatos de diversos países, de gente que nos cuente “¿Cómo se vive en tiempos del Coronavirus?”. Se trata de relatos cortos (alrededor de 500 palabras) que nos digan cómo está su ciudad o país y qué hacen ustedes en medio de esta crisis.
I would like to compile stories from various countries, from people who tell us "How do people live in the times of the Coronavirus?". These are short stories (about 500 words) that tell us how your city or country is doing and what you are doing in the midst of this crisis.
Je voudrais compiler des récits de différents pays, de gens qui nous disent « Comment vit-on à l’époque du coronavirus ? » Il s’agit d’histoires courtes (environ 500 mots) qui nous disent comment est votre ville ou votre pays et ce que vous faites au milieu de cette crise.
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