Aunque se sostenga reiteradamente que Moreno hizo causa común para sacar al correísmo del Estado, en realidad lo recicló. La mimetización de los cuadros políticos es tan agresiva que centenares ahora figuran en el gobierno de Lasso. Aunque disguste a más de uno, Guillermo Lasso es heredero de Moreno, quien dice haber dejado las “cuentas claras” que seguramente es otra de sus malas bromas. El presidente recientemente electo arranca con el 40% de credibilidad.
La fractura de CREO-PSC para la elección interna del legislativo, que puede ser fácilmente recompuesta, benefició momentáneamente a la cúpula asamblearia de Pachakutik, con Guadalupe Llori a la cabeza, quien espetó “que se respira libertad y democracia”. El distanciamiento temporal de Lasso del PSC le permitió mantener el capital social anticorreísta y no estar bajo la égida permanente del socialcristianismo. Esta experiencia hace que toda futura alianza de Lasso sea inestable.
El discurso de posesión de Lasso fue tan emotivo que sorprendió a propios y extraños, mucho más si es comparado con las peroratas de Moreno, frecuentemente ausentes de carisma y oratoria. Aunque la frase de Lasso más repetida por la prensa fue la de “hoy se termina la era de los caudillos” y “arranca la era democrática”, lo contradictorio es que su discurso estuvo plagado de simbolismos populistas, como las reiteradas menciones al caudillo más joven que recuerda la historia ecuatoriana: Jaime Roldós Aguilera, la alabanza: “el mejor pueblo al que un presidente puede aspirar” y la referencia al acuerdo temporal entre el presidente exbanquero y la lideresa indígena.
Para horas de la tarde, Lasso firmó los decretos de nombramientos ministeriales y otros dos de índole mediática, el uno para sacar de la central de riesgos a 1,7 millones de personas y el otro para derogar el reglamento de la Ley de Comunicación. Estos decretos populares se contradicen con la propuesta de reforma tributaria que anticipa su ministro de economía, Simón Cueva, para los que ganan más de 550 USD. Lasso se ha tildado a sí mismo de liberal, republicano y demócrata, aunque tales apelativos no cuadren con la presencia de Piñera, Bolsonaro y la invitación a Duque, que no llegó, completos antidemócratas. Igualmente, Lasso dijo estar consagrado al Estado Laico aunque está hermanado a la Iglesia.
En este esquema Lasso hizo un análisis de la pobreza y la miseria reinante en Ecuador, tanto que algunos han llamado a su discurso como “socialdemócrata” o de “centro”. Dadas algunas expresiones de Lasso, la impunidad de las ex autoridades parece que va a reinar: “se acabó -dijo- la persecución política en Ecuador” y “nadie [será] señalado como vende patria o enemigo de la patria”. La impunidad beneficiaría a varias fuerzas acusadas de corrupción: la vieja derecha, el correísmo y el régimen saliente de Moreno. La declaración de inocencia de los hermanos Isaías y la presencia mediática de Mahuad es una muestra de los beneficiados.
El marco económico de su discurso se centró en el comercio mundial, la alianza del pacífico y los tratados de libre comercio neoliberales. Según Lasso, no precarizará más a los trabajadores porque ya están suficientemente precarizados por los gobiernos anteriores. Lasso ofrece vacunar a 9 millones de personas en 100 días, es decir hasta el 3 de septiembre, lo que implica vacunar a 90 mil personas por día y más, porque el 24 de mayo, primer día de gobierno, no se llegó a este número.
Un efecto de las luchas sociales es que la derecha incluye demandas colectivas, así sea de forma discursiva. Lasso envuelve las reivindicaciones de género (aunque se pronunció en contra del aborto), los derechos de la interculturalidad, el “camino del encuentro”, los derechos de la naturaleza y aquella frase de que “el pueblo quiere agua”, que más recuerda a Yaku Pérez que a Roldós (lo que se contradice con su política de mayor extractivismo minero). El presidente de derecha, que quiere gobernar desde el centro, anticipa una posible consulta popular al morigerar: “respetaré la institucionalidad actual hasta que el pueblo decida lo contrario”.
A Roldós se lo recuerda por su gran oratoria, por su capacidad de consenso, pero también por su coerción a las organizaciones sociales. La connotación básica del populismo ecuatoriano es la de seguir el consejo de Maquiavelo: ser como el centauro, articular la racionalidad y la bestialidad.
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