Al hacer una revisión de la cuestión nacionalista desde la teoría social clásica, y ejemplificarla con algunos casos concretos a través de la historia, Guibernau (1996) expresa la construcción histórica que ha operado en torno a dicha categoría y junto a ella, a las de Nación y Estado-Nación. Sin duda está expresando con ello que “la nación moderna surgió como resultado de un largo proceso de formación datable en líneas generales desde el medioevo y ligado a formas más antiguas de comunidad” (Hroch, 1991, p. 1).
El punto de llegada, tiene que ver tanto con la conceptualización de tales categorías, que a su vez abren las perspectivas de análisis, como de las formas en que las mismas se crean y recrean hasta la actualidad. En esta perspectiva, y adoptando la perspectiva de Weber, manifiesta que el Estado es la comunidad humana que reivindica el monopolio del uso legítimo de la fuerza dentro de un territorio dado. La nación, por otro lado, es el grupo humano consciente de formar una comunidad que comparte una cultura común, que posee un territorio delimitado, un pasado común y un proyecto colectivo para el futuro. Tendría por lo tanto cinco dimensiones: “psicológica, cultural, territorial, política e histórica” (Guibernau, 1996, p. 58).
Históricamente, esta nación así expresada tiene su origen en la etnicidad, que elimina el componente político que puede tener la categoría de nación sobre todo en la actualidad. “La etnicidad en sí no es un término político, ni conlleva implicaciones políticas específicas”(Hobsbawm, 1994, p. 9). Podría decirse, sin embargo, que en una línea argumental, la etnicidad se convierte en algún momento en nación, cuando se han desarrollado los procesos de identificación, que para Hobsbawn son decisivos de la identificación de un individuo a una nación. Se trata de un proceso psicológico determinado social, política y culturalmente.
Finalmente, el Estado-Nación “es un fenómeno moderno, caracterizado por la formación de un tipo de estado que posee el monopolio de lo que define como el uso legítimo de la fuerza dentro de un territorio delimitado y que busca conseguir la unidad de la población sujeta a su gobierno mediante la homogenización” (Hobsbawm, 1994, p. 58). Desde esta definición, podría decirse que se trata de la suma de las fronteras territoriales con la identificación.
Por tal razón el Estado inventa mecanismos de asimilación que permitan que la nación se identifique con el Estado. Cuando lo logra existe legitimidad y cuando no, ilegitimidad, dado que habrán tensiones dentro del territorio. La lucha por el Estado nacional pasa por el lenguaje, la religión y la cultura, y de esta capacidad de identificar a las personas, depende el éxito del mismo en tanto Estado. En el segundo caso las alternativas pasan por el consecuente reconocimiento de las naciones existentes dentro de un mismo territorio, dado que “un Estado territorial multinacional que se identifica con una sola de sus “naciones” étnico-lingüísticas debe privilegiar ésta sobre las otras y por lo tanto crea problemas” (Hobsbawm, 1994, p. 14).
BIBLIOGRAFÍA
Guibernau, M. (1996). Los Nacionalismos. Barcelona: Ariel SA.
Hobsbawm, E. J. (1994). Identidad. Revista Internacional de Filosofía Y Política, Madrid, 3, 5–17.
Hroch, M. (1991). La construcción de la identidad nacional: del grupo étnico a la nación moderna. Revista de Occidente, Madrid, 161, 1–9.
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