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Foto del escritorLuis Mantilla

La formación de la conciencia histórica: un desafío para la enseñanza de las Ciencias Sociales.

La Conciencia Histórica


La conciencia histórica es la conciencia temporal y espacial de los fenómenos y procesos sociales y políticos de un contexto determinado. Un primer acercamiento, nos indica que la conciencia histórica ha sido objeto de estudio de la Filosofía y la Historia (González, 2006). En este sentido, esta ha sido entendida como “la relación entre la interpretación del pasado, la comprensión del presente y la perspectiva de futuro” (Jeisman, 1979), así como “el privilegio del hombre moderno de tener una plena conciencia de la historicidad de todo presente” (Gadamer, 1993), mientras que Grabzki (1985) sostiene que la conciencia histórica “implica un conjunto de representaciones del carácter histórico del mundo social y del ser individual”.


Por otro lado, tomando como referencia la investigación sobre el desarrollo de la conciencia histórica dentro de la Didáctica de las Ciencias Sociales, la conciencia histórica es un aspecto central para la formación del pensamiento social. De esta manera, es posible comprenderla como conciencia temporal, ya que nos ayuda a “relacionar el pasado con el presente y con nuestras ideas o ideales sobre el futuro”, además de ser un “elemento fundamental del pensamiento histórico” (Santisteban & Anguera, 2014). Además, se la puede comprender también como conciencia espacial, ya que los individuos y las colectividades siempre están están situados en un contexto, bajo ciertas condiciones geográficas y socio-culturales.


Es necesario subrayar la importante conexión entre conciencia histórica y conciencia ciudadana. Entendemos por esta última no solo el conocimiento jurídico de los derechos y deberes inherentes a la condición de ciudadanía, sino la responsabilidad de su ejercicio para la construcción una sociedad democráctica. Pero también se relaciona con la conciencia crítica de la que habla Freire (1972): para él, la conciencia crítica está orientada a la responsabilidad social y política, y le permite al individuo profundizar en el análisis e interpretación de los problemas de la sociedad, despojándose de preconcepciones ideológicas. Vemos entonces, que sigue vigente la necesidad de establecer en la sociedad una educación que permita transitar de la conciencia ingenua hacia una conciencia crítica, como lo planteaba el pedagogo brasileño.


Sobre la base de lo expuesto, podemos asumir que la conciencia histórica de los individuos se nutre de diversas fuentes: de la Historia, en cuanto realidad (hechos del pasado), en cuanto estudio (conocimiento sobre los hechos del pasado) y en cuanto relato (comunicación del conocimiento sobre los hechos del pasado) (Varela, 2009); de la Geografía, ya que esta, en cuanto disciplina científica, se ocupa de “la relación del individuo y del grupo con el territorio” (Zenobi, 2009); y, finalmente, de lo Ético-Político, que establece los elementos fundamentales para la comprensión del mundo y el relacionamiento del indivuduo consigo mismo y con los demás. Es decir, la conciencia histórica sitúa al individuo en el “aquí y ahora” del momento socio-histórico-político actual.

Las Ciencias Sociales y la formación de la conciencia histórica


La reflexión pedagógica actual, en articulación con la neurociencia, disciplina que brinda conocimientos de suma importancia para comprender el funcionamiento del cerebro y su relación con el aprendizaje, nos habla de la necesidad de formar la mente del ser humano. En este sentido, el pedagogo Ángel Pérez en su libro “Pedagogías para tiempos de perplejidad” (2017), sostiene que es necesario formar en los estudiantes una mente científica, y la define como (1) mente disciplinada, es decir que piensa sobre la base de evidencia, evitando contradicciones y reconociendo errores; (2) mente crítica o “aprendizaje significativo subversivo” (Vergnaud, 1996, citado en Pérez Gómez, 2017), que hace referencia a la capacidad de reconstruir permanentemente el conocimiento, así como el manejo crítico de la información; y (3) mente creativa, la cual se caracteriza por transferir, resignificar y aplicar con ingenio los aprendizajes en cada situación en la que nos encontremos.


Las Ciencias Sociales en el ámbito escolar se establecen como un conjunto de conocimientos complejos, necesarios y cambiantes (Carretero, 2020). Son complejos, ya que explican gran parte de los fenómenos con los que nos encontramos en los ámbitos social y político, y lo hacen a partir de teorías y explicaciones “contraintuitivas”, es decir que no pueden verse a primera vista; son necesarios, fundamentalmente para ejercer la ciudadanía de forma activa y responsable, lo cual es un asptecto clave en la dinámica de los sistemas democráticos; y, finalmente, son cambiantes, ya que su objeto de estudio es la sociedad y esta cambia de forma constante por el surgimiento de diferentes fenómenos y procesos sociales y políticos que, al ser estudiados por las diferentes disciplinas científicas como la Sociología, la Antropología, entre otras, se contribuye a adquirir y fortalecer instrumentos conceptuales para la comprensión e interpretación de la sociedad.


Por otro lado, y con un afán de situarnos al contexto educativo ecuatoriano, el Currículo Nacional (2016) comprende al área curricular de Ciencias Sociales como “una opción de ejercicio auténtico de democracia social en el proceso educativo” (pág. 148). De esta manera, el aporte principal del área en el nivel de Educación General Básica (EGB) a la formación de los estudiantes es dotarlos con “las primeras herramientas intelectuales que les permitan desarrollar la capacidad para cuestionar los procesos de naturalización y normalización de lo que constituyen, en realidad, construcciones sociales, tales como el racismo, el sexismo, el machismo, la homofobia, la pobreza, etc.” (2016, pág. 174). Esto se realiza mediante un proceso que va de lo simple a lo complejo, de lo concreto a lo abstracto; desde la comprensión del núcleo familiar a la socialización en la escuela; de lo local a lo global; de lo individual a lo colectivo, temas que estructuran la asignatura de Estudios Sociales.


De igual manera, el área de Ciencias Sociales se desarrolla en el Bachillerato General Unificado (BGU) por medio de tres asignaturas. La primera de ellas, la Historia “… se constituye en la herramienta imprescindible para comprender los procesos de construcción y reconstrucción, producción y reproducción social de la humanidad” (2016, pág. 1114). Así mismo, en la Educación para la Ciudadanía“los aportes de las ciencias políticas tienen aquí una pertinencia primordial, toda vez que van a dar cuenta de los procesos por los cuales se implementan estructuras de dominación y subordinación y los intereses a ellos vinculados” (2016, pág. 1168). Finalmente, la Filosofía propicia “un ejercicio que desafíe la capacidad de los estudiantes para pensar y pensarse como seres humanos portadores de determinado “sentido común” dominante, pero también, como sujetos creadores de un “sentido otro”, alternativo, disruptivo, en una palabra, subversivo” (2016, pág. 1198).


Problemas en la enseñanza de las Ciencias Sociales


De acuerdo con la literatura especializada, la investigación en Didáctica de las Ciencias Sociales ha reflexionado sobre las dificultades en torno de la enseñanza de las asignaturas de los ejes histórico, geográfico y ético-político (Pagès, 2011).


Se han identificado algunas dificultades en la enseñanza específica de la Historia, de las cuales mencionamos, siguiendo a Joaquín Prats (2017), aquellas relacionadas con “la concepción que tiene el alumnado sobre la Historia”: no es reconocida como una ciencia social, se la asocia a un saber menor que no exige mayor esfuerzo, se trata de recordar datos precisos sin una utilidad necesaria, etc; otras “dificultades contextuales”, ligadas al uso político que los gobernantes hacen de la Historia con el objetivo de “configurar la conciencia de los ciudadanos”; y aquellas relacionadas con “la naturaleza de la Historia como ciencia social”, de manera que la historia pasa por una materia fácil, tiene una importancia mínima para la contextualización y está asociada a la memoria y la erudición.


De igual manera, en la reflexión sobre enseñanza específica de la Geografía se habla de los problemas en torno de las estrategias de enseñanza y el uso de unos materiales didácticos específicos. En este sentido, los estudios realizados por Zenobi (2009) y Carretero (2020) coinciden en la “limitación de la enseñanza a la transferencia y memorización de una serie de datos relacionados con: ríos, accidentes geográficos, cantidades de habitantes, capitales y demás”, así como el “uso de mapas desactualizados” como única fuente válida de información. Es decir, una enseñza centrada en la transmisión y reproducción de conocimientos seleccionados y organizados de formas determinadas; en palabras de Paulo Freire, una enseñanza característica de la educación bancaria (Freire, 1972).


Situaciones similares se han identificado en la enseñanza de las asignaturas del eje ético-político, tales como Cívica o, en el caso ecuatoriano, Educación para la Ciudadanía y Filosofía. En el caso de la primera, se identifican limitaciones de la enseñanza al conocimiento de derechos y deberes ciudadanos, tales como el conocimiento superficial de la Constitución y las leyes, así como la reducción de la educación para la democracia al ejercicio del voto. En el caso de la segunda (aunque aplica también para la primera), la enseñanza de determinadas corrientes de pensamiento filosófico y político resulta polémico para quienes dominan la sociedad, considerando estos aprendizajes como opuestos a los intereses ideológicos y políticos hegemónicos (Gómez Rodríguez, 2008).


Covid-19: Una oportunidad para la formación de la Conciencia Histórica


La expansión del Covid-19 a nivel mundial está marcando un momento de cambio en la historia de la humandad. Desde el punto de vista filosófico, se piensa que el momento actual es un momento en el que la humanidad “ha salido de la terrible alienación de la normalidad”, en palabras del filósofo argentino Darío Sztajnszrajber, lo cual posibilita pensar una nueva forma de ser-estar en el mundo.


En el ámbito educativo, provocó la suspensión de los procesos educativos presenciales, lo cual obligó a la generación de nuevas formas virtuales de educar (de lo cual estamos siendo testigos y, por qué no, actores). Desde el punto de vista pedagógico, esta situación nos tiene que obligar a pensar y replantear la educación como herramienta para la emancipación; es decir, una resignificación de la educación, de la escuela como lugar privilegiado del trabajo pedagógico-didáctico y del trabajo docente, para que cuando regresemos podamos comprometernos en su mejora constante y su construcción colectiva.


Más específicamente, la expansión del Covid-19 ha afectado al profesorado, el cual ha enfrentado la tarea de modificar sus prácticas en diálogo con las nuevas tecnologías y exigencias de la sociedad de la información. Esto debe servirnos como punto de partida para declarar el momento didáctico, el momento de la problematización de la enseñanza como práctica social y pedagógica, de manera que nos permita iniciar un proceso de renovación constante de la enseñanza en general y de las Ciencias Sociales, en particular.


No cabe duda que esta situación ha generado en toda la comunidad educativa angustia y perplejidad. Hemos visto que los procesos educativos han sido forzados a modificarse sustancialmente, afectando principalmente a miles de estudiantes a nivel nacional y mundial. Desde lo educativo es urgente entender esta situación como una oportunidad para una nueva organización pedagógica de los procesos educativos, que permita re-significar el currículo y materializar por fin la tan alabada flexibilidad curricular.


La oportunidad que tenemos en la actualidad puede ser aprovechada para la formación de la conciencia histórica, no solo de los estudiantes en sus procesos educativos, si no de todos los miembros de la comunidad educativa. Es una oportunidad para tomar conciencia del tiempo, de los problemas ambientales, sociales, económicos, culturales y políticos que estamos viviendo y tomar partido frente a ellos, de manera que no caigamos en la indiferencia, en aquello que, hace un siglo, el pensador italiano Antonio Gramsci (2016) condenaba como “apatía, parasitismo, cobardía…”, en definitiva como “el peso muerto de la historia”.


Ponencia en el Congreso de Innovación Pedagógica "Educar es Innovar" (a partir de 1:00:00):



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