Continuando nuestros Relatos globales en tiempos de coronavirus, les presento en esta ocasión el siguiente texto que nos llega desde La Cavada, Cantabria - España, escrito por Clara G:
Las flores comenzaban a surgir en los árboles frutales al mismo tiempo que empezábamos el encierro los humanos. Las yemas de los arbolitos recién plantados se asomaban a un nuevo mundo inmenso y perfecto para vivir ya para siempre. ¡Quién me iba a decir que estar viviendo estos días entre árboles me iba a dar una perspectiva diferente del tiempo!
Los árboles son puro tiempo, en cada una de sus ramas, cuando están vivos, y en cada uno de sus anillos, cuando mueren. Al cortarlos siegas un poco (o mucho) de la historia del lugar. Incluso puedes ver cómo lloran lágrimas verdes. Los árboles, sin embargo, no viven el tiempo, solo lo dejan pasar. Somos nosotras las que nos damos cuenta de que el tiempo está pasando (¡y de cuánto!), de que la hierba está por cortar, de que están saliendo ya las flores, de que el semillero deberíamos ponerlo más al sol, o de que debimos pensar mejor la luz en el huerto.
Comprendo que la Naturaleza tranquiliza nuestros sentidos, así es, y también nos hace sentir más vivas. Pero, al mismo tiempo, nos despierta a la Vida y a lo que tenemos que hacer para poder convivir con ella. Quizá muchas personas que viven en ciudades piensen que el ser humano no tiene nada que decir a la Naturaleza, que ella debe seguir su curso y que nada importa lo que hagamos. Se habla mucho estos días de lo “Bien” que está, pero ese “Bien” lo ponemos nosotras al mirarla al fin con amor y paz. No es verdad que los seres humanos no pintemos nada en su sanación, es este diálogo (que desgraciadamente muchas veces es imposición) en el que nos jugamos ambas todo.
Ese “diálogo” hace posible que vayamos al mercado, a donde sea, y podamos tener comida fresca en medio de este momento de quietud en el que vivimos. La Naturaleza no para nunca. Va a su ritmo, pero no para, y somos nosotras las que moldeamos este tiempo para poder sobrevivir. Los animales pastan, los árboles florecen y las plantas crecen; porque para ellas esta primavera tiene el mismo ritmo que cualquier otra. Pero para nosotras esta primavera no será nunca igual a otra.
Somos las personas las que teñimos de colores el tiempo, recordándolo “alegre”, “triste”, “gris” o “luminoso”, según los recuerdos que vamos creando. Esta forma de vivir tan especial y única del animal humano es su alegría y su condena, su posibilidad y su límite.
Es esto lo que nos hace tan difícil este tiempo confinados. Yo no puedo evitar pensar en otras personas a las que quiero, al otro lado del océano, en mi ciudad, en espacios que los robles de acá ni imaginan, llenos de plantas hermanas a las que nunca conocerán. Las personas tenemos metas, planificamos, nos unimos a otras. No podemos evitar pensar en las que están más cerca, preocuparnos por si tendrán lo necesario. Pienso en mis amigas de Madrid. Pienso y pienso, y esto hace que la espera ya no sea simple tiempo, sino un tiempo coloreado de rostros que me acompañan siempre, aunque están lejos, un tiempo coloreado de sentimientos y miedos compartidos, un tiempo cargado de futuro.
Las personas somos incapaces de estar solas, estamos siempre con estos pensamientos. Esta “desgracia”, sin embargo, nos permite imaginar la salida, crecer con otras y adelantarnos a los problemas que irán surgiendo. Nos permite, en suma, que ningún día sea igual a otro, aunque pudiera parecerlo. Nosotras jamás veremos un día igual al otro, y nunca volveremos de la misma forma sobre esta primavera. Será siempre el tiempo en el que descubrimos cuánto añorábamos y amábamos los abrazos y en el que descubrimos que, aunque es hermoso vivir entre árboles, tenemos ganas de abrazar al mundo entero y decirles que todo estará bien. Porque, afortunadamente, somos humanos, porque, afortunadamente, aún sentimos a los demás, porque tenemos piernas que nos dejan caminar hacia un futuro hermoso, que todavía hoy es inimaginable y parece muy oscuro.
Sobre la propuesta:
Quisiera recopilar relatos de diversos países, de gente que nos cuente “¿Cómo se vive en tiempos del Coronavirus?”. Se trata de relatos cortos (alrededor de 500 palabras) que nos digan cómo está su ciudad o país y qué hacen ustedes en medio de esta crisis.
I would like to compile stories from various countries, from people who tell us "How do people live in the times of the Coronavirus?". These are short stories (about 500 words) that tell us how your city or country is doing and what you are doing in the midst of this crisis.
Je voudrais compiler des récits de différents pays, de gens qui nous disent « Comment vit-on à l’époque du coronavirus ? » Il s’agit d’histoires courtes (environ 500 mots) qui nous disent comment est votre ville ou votre pays et ce que vous faites au milieu de cette crise.
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