El presente apartado responde a la necesidad de intervenir en la teorización sobre las formas culturales desde las que se configura la sociedad contemporánea. Para este propósito consideramos que es pertinente establecer la problematización de las relaciones intergeneracionales valiéndonos de los aportes conceptuales de autores tan diversos (por sus entornos de pensamiento) como lo son Axel Honneth, Valentín Volóshinov y Bolívar Echeverría.
En el primer momento de este apartado realizamos una aproximación al reconocimiento como categoría que otorga un contenido normativo a la sociedad y que resulta indispensable para analizar cómo los procesos de reificación (como olvido del reconocimiento) atraviesan las relaciones interhumanas. Luego identificaremos la reificación que opera en relaciones de subordinación que se da por diferencias generacionales en las que el privilegiado sujeto-adulto (dotado de razón, madurez, etc.) subordina al sujeto-joven. Si bien el sustantivo “sujeto-adulto”, así como “sujeto-joven” pueden constituir abstracciones que invisibilizan la heterogeneidad existente en los grupos humanos (de jóvenes, de adultos, o intergeneracionales) nuestro interés se centrará en el proceso de reificación que se da mediante un dis- curso adultocéntrico que contribuye a ratificar la modernidad establecida. Para la crítica del adultocentrismo recurriremos al análisis de los enunciados que articulan este discurso en cuanto son la corporización sígnica del orden social capitalista.
Establecer cuáles son las situaciones (extraverbales) en las que el adultocentrismo (como patología social) se inscribe, pasa por el hecho de reconocer que, en la modernidad establecida existe un ejercicio violento por la imposición del ethos realista sobre otros ethe. Esta operación por la cual entran en disputa diferentes subcodificaciones del mundo de la vida también puede ser leída como oportunidad para concretar el momento autorreflexivo que la cultura —como reproducción de las formas de vida— requiere para ubicar a los individuos en un horizonte político de transformación que recupere el reconocimiento como implicación primigenia de lo social.
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