El objetivo de esta columna de opinión es reflexionar algunos puntos antes del resultado de las elecciones segundo turno Brasil el día domingo 30 de octubre.
En primer lugar, tenemos la intolerancia en todo su sentido de la palabra fue abordada por la Derecha que Lidera Bolsonaro. Por lo contrario, Lula fue la otra cara de la moneda que emano paz, tolerancia y reconciliación sobre todas las cosas violentas encontradas en campaña.
En este sentido, a lo largo de la campaña se vivió una furia sin razón de sembrar violencia y miedo sobre todo la discordia. ¿Qué preocupa de la elección presidencial brasileña? La primera respuesta, es la facilidad del incremento de la intolerancia por aquellos que dicen, Dios, Patria y Familia, hablamos de la extrema Derecha.
El fenómeno de la intolerancia política no es un hecho social nuevo en los países del Sur, claro existe; y sumar de que cada lugar tendría sus propias características de apatías políticas; lo que preocupa es como en los últimos años se viene a profundizando este mal, infelizmente de forma negativo para la salud y la cultura política y la búsqueda de una democracia más madura en los países. Hasta se corre el riesgo de que la violencia y el fanatismo se legitimen como algo común por la sociedad en su todo.
La intolerancia como forma expresa de bloquear lo que el otro piensa, fue el tema del día a día. Se llega a un punto donde incluso el fanatismo y la apología se juntaron para mover las acciones del elector, donde con la Biblia en la mano se postula que Bolsonaro es la mejor opción. La palabra Libertad también estuvo en juego, se la hace mención como si el Brasil estuviera liderado por la Derecha en una batalla de liberación al pueblo sobre algún mal contemporáneo. Ese concepto de libertad, ya sabemos que es un concepto neoliberal y no una visión que vaya de acorde para el favor del oprimido.
El discurso no queremos ser Venezuela, Cuba, Nicaragua sigue como campaña de movilización de la mentira, miedo y la comedia. Lo que no se explica es que estos son países devastados por los Estados Unidos y sus injerencias y que luego son usados como el chivo expiatorio para distorsionar el voto electoral. Sobre este punto hay mucho que hacer todavía, explicar esos problemas al pueblo que no sabe. Aquel que vote por Bolsonaro le gusta el odio y la violencia, o es un frustrado social de la alienación cultural del consumo capitalista.
Se piensa que, por el bien de los brasileros, y para que la empatía se mueva entre la intolerancia ya sembrada por las corrientes políticas de Extrema Derecha, gane las elecciones presidenciales Lula. No se puede negociar con la intolerancia de ningún modo. La violencia en lo social y sobre todo en política no debe tener ningún mérito en la vida de la acción política. Que las políticas de protección social sean primero que la violencia.
Recordar que Bolsonaro se muestra como una forma exclusiva de hacer política globalista, capitalista en el Sur que no se puede seguir de forma alguna. Si se puede decir es un instrumento de lucha del neoliberalismo que tiene que ser frenado, y al mismo tiempo superado, y Lula es una opción a tener en cuenta.
Finalmente, hoy 30 de octubre el pueblo de Brasil elige su destino, o la intolerancia, o mejor optan por la paz, amor y la empatía, dado que ya es un país que se desangra todos los días por la violencia. Que hoy gane ese número 13 y quede marcado en la historia de la política de paz brasileña.
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