Tomarse en serio la educación implica sentarse y reflexionarla. Las escuelas que mejores resultados tienen son usualmente las que más tiempo dedican a la reflexión educativa, pedagógica y didáctica, no las que mejor cumplen con los reportes y los trámites haciendo lo mínimo en las aulas. Lamentablemente, los gobiernos de turno, y sus respectivos ministros han legitimado esta visión a nivel “macro”, pues allí las respuestas educativas resultan grandes improvisaciones, y plataformas para proyectarse políticamente (considerando a la política como una profesión).
En días anteriores el gobierno nacional ecuatoriano anunció, en una muestra de este tipo de improvisaciones que reabrirá todas las escuelas rurales cerradas en la década pasada, en el plazo récord de una semana. Como en el actual gobierno el error es parte de la política a todo nivel, no pasó ni un día para que se rectifique la información (“se expliquen los alcances del anuncio”) mediante una rueda de prensa del ministro Milton Luna, quien manifestó que no se abrirán todas las escuelas (7000 según el ministro), sino 2000, y que no será “la próxima semana” sino en al plazo de 2 años. Este año se reabrirían 1000 con un presupuesto de 70 millones, y luego de una fase de investigación.
Además, como la política también está en cumplir a quien gobierna, se anunció que sí se reabriría la próxima semana una escuela, pero no “de verdad”, sino simbólicamente. En fin, los hechos siempre dejan preguntas, y en este caso caben las siguientes:
1. ¿Por qué el presidente hace un anuncio tan apresurado?
2. ¿De dónde salen los números (tan perfectamente cerrados) de las escuelas que se cerraron, y se van a abrir a futuro?
3. Si recién inicia una fase de investigación ¿cómo se sabe que son 1000 escuelas las que se abrirán este año?
4. Existen ya incluso los cálculos presupuestales de esta reapertura, ¿los hicieron en un día?
5. ¿Qué criterios juegan a la hora de reabrir las escuelas rurales?
Lamentablemente, este juego del capricho en política educativa no es nuevo, en honor a la verdad cabe decir que las Unidades Educativas del Milenio (UEM), tampoco se hicieron con los mejores criterios. Muchas de ellas respondieron únicamente a un criterio geográfico y muy pocas fueron contextualizadas a los espacios en los que se ubicaban, cuestión que puede verse en el documento de Reordenamiento de la oferta educativa (2012), aunque allí hay otros ejes no del todo considerados en la realidad.
De hecho, en una investigación publicada por el mismo Contrato Social en 2012 se deja claro que tanto la visión muy positiva de las UEM (desde el discurso oficial), como la visión contraria que las considera discriminatorias son exactas. Entonces, ¿es posible decir lo mismo de las escuelas rurales y su anunciada reapertura, tratando de, en la medida de lo posible, ser neutrales? Mi respuesta es que efectivamente es posible y el debate está más bien en cuánto se improvisa una política pública y cuanto se reflexiona desde la realidad.
¿Se deben reabrir las escuelas rurales? Sí y no, lo importante es que esta reapertura responda a criterios y análisis. Como pareciera que esta lógica es ajena al aparato burocrático, a continuación, dejo algunas pistas para iniciar, al menos someramente, la reflexión.
En el pasado no se cerraron escuelas con criterio y ahora tampoco las van a abrir con criterio, a menos que comprendamos que la educación no solo se hace, también se piensa.
Mucho de positivo tuvieron las escuelas del milenio, mucho de negativo también. Así mismo, mucho de positivo puede tener la reapertura de las escuelas rurales, aunque, si la prisa y la política clientelar es el único motor para el trabajo educativo del país, estamos frente a la puerta de uno de los mayores errores que se podría cometer. Un problema que se heredará a las futuras generaciones, aunque en el poder solo se hereden los cargos.
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