A raíz de los últimos acontecimientos que son de dominio público, desde el gobierno se pide que a los estudiantes se los forme en ética, cívica y amor a la Patria. Otros dicen que ya existen esos temas en el currículo actual como parte de las diversas materias, pero la gran mayoría está de acuerdo que es el momento indicado para reflexionar sobre la formación humana y ciudadana de los jóvenes. Estas líneas son mi aporte a esa reflexión.
Lo primero que diré es que la neurociencia ha avanzado mucho en la educación de los contenidos cognitivos o procedimentales, pero no se han hecho los mismos avances en la educación de la ética, cívica o lo que comúnmente hemos conocido como valores. Sin embargo, hay personas que han dedicado una buena parte de su vida a la investigación en este campo. Una de estas personas es José Antonio Marina[1], filósofo español que lleva más de 30 años formulando una teoría de la inteligencia que inicia en la neurología y termina en la ética. Marina ciertamente aplaudiría el que volteemos la mirada a la educación ética, puesto que la inteligencia humana tiene como principal logro el dirigir el comportamiento, no el resolver problemas teóricos; con lo que no estaría de acuerdo es en responsabilizar exclusivamente al sistema educativo de esa formación.
¡Qué difícil es no caer cuando todo cae! Estas palabras de Antonio Machado nos las cita en algunas ocasiones Marina para recalcar que las personas tendemos a comportarnos como el conjunto de la sociedad lo hace, y la educación no puede cambiar eso sola. Si en una sociedad se premia la prepotencia, la corrupción, o la desorganización, la escuela luchará contra eso al interior de sus paredes, pero el bombardeo de información contraria y los ejemplos que ve alrededor, harán que los estudiantes entiendan qué comportamientos sirven para adaptarse a esa sociedad. En su último libro biografía de la humanidadMarina nos recuerda que el ser humano es un híbrido entre biología y cultura, descubrir nuestro genoma cultural y hacerlo que posibilite ser una sociedad inteligente, una en la que se premien acciones que vayan en beneficio de todos, es una misión no solo de la escuela. Con esto no se quiere eliminar su responsabilidad, sino dimensionar su lugar.
Ya sea que esta formación se dé por los padres, en la institución educativa o en otros estamentos de la sociedad, hay que estar claros que ésta funciona básicamente con las reglas de la mediación. Un referente obligado en ese tema es el psicólogo bieloruso Lev Vygotski, él decía que en primer lugar el niño empieza obedeciendo a otros, luego él le ordenaba a otros niños lo que le habían enseñado y por último, el niño se “ordenaba a sí mismo” interiorizando así un comportamiento específico. Todo esto implica tener confianza en los mediadores, sean estos los padres, un comercial de televisión, un anuncio del gobierno o lo que le diga la maestra. Aquí tenemos un problema puesto que en ocasiones, en nuestras sociedades se confía más en quien da un mensaje soterrado (como los comerciales) que en quien ejerce autoridad como función social (como maestros o gobernantes). Si se junta un grupo de personas, en otras sociedades una de las primeras preguntas es quién va a dirigir este nuevo grupo, y no es extraño que alguien proponga alguna idea y se ofrezca a liderar; entre nosotros, muchas veces la persona que propone una idea es vista como un ser extraño, alguien que tiene un secreto plan por el que va a ganar algo al hacer realidad su idea. Alguien que se lance a ser empresario o político, tendrá para muchos un halo sospechoso. Esta desconfianza en la autoridad se ve más claro en ciertos sectores de escasos recursos en los que diariamente es palpable que aquellos que tenían que brindarles protección a los niños (padres o autoridades), no lo han hecho debidamente. Muchos niños han vivido abusos de diferente tipo desde pequeños y han aprendido que la autoridad no está allí para protegerlos. Además, ven que sus padres no confían en las autoridades civiles y prefieren arreglar sus problemas por sus propios medios. La base de la sociedad está en el Contrato Social que propugnaban pensadores como Locke y Rousseau. Éste implica el renunciar a algunas libertades naturales para someterse a las leyes y así poder obtener la libertad en sociedad y la protección de sus bienes y sus personas. Nos falta una reflexión seria sobre la autoridad y las autoridades para no verlos como mesías o como gente que se aprovecha, sino como personas que están cumpliendo una función por un periodo limitado. Una sociedad en la que hay mediación sana es aquella en la cual las personas confían en que sus autoridades cumplirán su obligación de protegerlos, siempre y cuando ellos cumplan con las leyes. Si esto no es claro, poco se podrá enseñar de cívica o amor por la Patria.
Para centrarnos más directamente en el papel de la escuela en la formación ética y cívica nos preguntamos ¿Será que el camino para enseñarlas será principalmente con materias actuales o futuras? Para responder a esto podemos remitirnos a la diferenciación que hace Marina acerca de los problemas teóricos y prácticos; uno resuelve un problema teórico cuando encuentra la respuesta correcta, uno resuelve un problema práctico cuando aplica la solución, y la ética se refiere a los problemas prácticos. Por los años 50 del siglo pasado, el psicólogo estadounidense Lawrence Kohlberg propuso un camino para el desarrollo y la educación moral de los niños que consistía de seis etapas en las que se resolvían dilemas morales con cada vez un mayor grado de dificultad. Con el tiempo se vio que el aprender unos conceptos y responder teóricamente cuál sería el mejor comportamiento en cada ocasión no asegura que las personas actúen correctamente. Ya en el ambiente de la escuela, con el concepto de currículo oculto [2] quedó claro que los estudiantes aprenden más de las normas, costumbres, creencias y lenguajes que se practican al interior de la escuela, que de lo que los maestros les dicen en las clases formales.
Regresando a nuestra realidad social, en ocasiones en los periódicos salen datos como que entre el 2017 y la mitad del 2018 existía alrededor de 800 casos de violencia entre estudiantes denunciados en Fiscalía en la Zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón) [3]. “Por qué los docentes no hacen nada, ellos tienen todos los mecanismos para arreglar esos problemas” quizá dirá algún funcionario; sin embargo otras personas cercanas al sistema educativo saben que la realidad es más compleja. Las amenazas de diverso tipo de parte de estudiantes o sus familiares a los docentes son más comunes de lo que uno se imagina, pero en muchos casos está invisibilizadas [4]. Hoy palabras como autoridad, disciplina, o esfuerzo han sido casi desterradas del lenguaje escolar. Esto nos puede parecer normal, pero luego nos preguntamos por qué varias personas no tienen una concepción clara de lo que está bien en sociedad y lo que no. Ciertamente, el manejo de la disciplina es de los temas más importantes en una institución educativa, no sin motivo Marina dedicó todo un libro a ese tema, La recuperación de la autoridad [5]. Hay que recordar que disciplina es la actitud del discípulo para aprender, en ciertas ocasiones esa actitud será de alegría, otras de respeto, otras de prolijidad en las acciones. Estimular la actitud correcta en cada momento y desestimular la incorrecta, eso es disciplina.
Todo esto no excluye que haya materias específicas para la ética o la cívica, pero ¿será éste el mejor camino? Es en estos momentos que uno recuerda lo que diceelCurrículo de los Niveles de Educación Obligatoria editado por el Ministerio de Educación en el 2016.
...la situación actual en cuanto al currículo escolar se encuentra en un estado crítico y un tanto paradójica igualmente en la mayoría de los países. Por un lado, en el nuevo escenario social, económico, político y cultural de la sociedad de la información parece cada vez más evidente la necesidad de incorporar al currículo escolar nuevos conocimientos, nuevas destrezas y habilidades, nuevos valores, nuevas competencias. Por otro lado, algunos sectores relativamente amplios del profesorado y de la comunidad educativa, así como numerosos expertos y otros actores sociales, coinciden en valorar la dificultad, cuando no la imposibilidad, de que el alumnado pueda aprender y el profesorado pueda enseñar todo aquello que los currículos vigentes establecen que se tiene que enseñar y se tiene que aprender durante los niveles que conforman la educación básica.
Teniendo esto en mente hay que recordar que existe actualmente la materia de Educación para la Ciudadanía que está llamada a abordar los temas tradicionalmente relacionados con la cívica y se encuentra aprobada una nueva materia de Desarrollo Humano Integral que tiene mucho que ver con la formación humana y que tiene que relacionarse con la ética[6]. Por todo esto, no veo que el centro esté en la creación de nuevas materias.
En estos días escuché a una funcionaria del gobierno decir que las instituciones educativas tienen un ambiente muy violento, si con esto se refería a que resulta difícil lograr una convivencia pacífica en lugares con quinientas, mil o más personas, efectivamente es así. Si se quería dejar en el aire que en las instituciones se ejerce violencia contra los educandos, me parece una aseveración muy dañina. Como no podía ser de otra manera, estoy totalmente de acuerdo que se castigue con todo el peso de la ley comportamientos incluso delictivos de personas que han ejercido la docencia[7], igual que de personas que siendo familiares de niños les han hecho un daño irreparable, pero sí veo cierta desconfianza en el sistema educativo que dificulta hoy educar en toda la extensión de la palabra. Estoy a favor que se evalúe y forme a docentes y directivos de acuerdo a los cánones que ponga este gobierno, pero fórmenlos para educar a niños, jóvenes, e incluso sus familias a aceptar que no hay otro modo para vivir en sociedad que entregar un poco de la libertad natural. Ninguna sociedad ha salido adelante sin confiar en su sistema educativo, educar es una aventura, un milagro, una vocación, por esto creo que no es el momento de reformas apresuradas, sino de una reflexión seria en la que se considere a las instituciones educativas como parte de una sociedad en la que todavía premiamos comportamientos agresivos y en el que desconfiamos de los organismos que ejercer la autoridad dentro de las normas del Contrato Social.
[1]En España, José Antonio Marina es un referente importante en educación, ha escrito una gran cantidad de libros sobre el tema, ha fundado una Universidad para padres para orientarlos en el difícil trabajo de educar y ha ayudado al gobierno español en las reformas que ha emprendido en materia educativa.
[2]Hacia finales de los años 60 del siglo pasado, se acuño este término para expresar los aprendizajes generalmente experienciales que se daban en la escuela pero que no constaban en el currículo oficial. Los horarios, uniformes, costumbres, discursos, entre otros, tienen un gran efecto en los estudiantes, en muchas ocasiones mayor que las de los contenidos de las clases.
[3]Datos tomados del periódico El Universo del 4 de junio de 2018 en su artículo “Violencia escolar revela falta de corresponsabilidad de los padres”
[4]Me resulta impresionante ver lo fácil que es en este momento denunciar a un docente, especialmente fiscal, por una gran variedad de motivos, y lo difícil que es lograr protección para los docentes en el ejercicio de su labor que de por sí es delicada.
[5]Libro editado en el 2009 donde hace una crítica a la sociedad permisiva y a la autoritaria, puesto que no permiten el correcto desarrollo de los niños. Aquí menciona varias claves para familias y maestros de cómo se puede refundar el concepto de autoridad, tan necesario en educación.
[6]Esta materia será impartida por cada tutor, lo que me parece que le quitará mucho peso puesto que, si bien cada maestro tiene sus propias convicciones en temas como autoconocimiento, manejo de emociones, empatía, resolución de conflictos y toma de decisiones, que son aspectos abordados en esta materia, es muy diferente tener la suficiente solvencia para guiar a otros en la teoría y práctica.
[7]En 2017 el BID presenta su libro Profesión: Profesor en América Latina ¿Por qué se perdió el prestigio docente y cómo recuperarlo?Aquí menciona que el aumento de cobertura generalmente ha venido acompañado de una baja en la calidad educativa. Creo que habría que considerar si el aumento de la oferta educativa en los últimos años nos ha causado un debilitamiento de las estructuras educativas. Y no solo me refiero a docentes que han entrado al magisterio sin mayor concepto de lo que significa educar y que han incurrido en delitos muy graves contra la niñez, sino de directivos y funcionarios de los organismos de control que han permitido aquello y que no han tenido conocimientos sobre educación más allá de lo que dicen los instructivos.
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