Internet es una paradoja que transformó al mundo. Surge del intersticio entre la búsqueda de una red informática para fines bélicos y los ideales de libertad individual, pensamiento independiente y cooperación, sostenidas por universitarios de la década del sesenta.
Sus impulsores buscaban aprovechar la informática para establecer redes sociales virtuales (RSV) y así formar comunidades entre universidades, con el fin de compartir información de hallazgos en software, pero también sobre actividades lúdicas.
Con el “boom” del internet en los años 90, las RSV comenzaron a ser utilizadas por movimientos contraculturales de diferente índole, con limitado acceso a medios de comunicación masivos. Ante su fracaso por influir mediante acción directa en el mundo real, la esfera virtual era el espacio indicado (con escasa regulación del Estado) que utilizarían estos movimientos para incidir y comunicarse globalmente.
Posteriormente, las RSV se masificaron para dar cabida a intereses diversos. Al mismo tiempo, surgieron críticas – que persisten aún - que indicaban que las RSV socavaban los cimientos de la comunidad y la familia nuclear, generando individuos solitarios que preferían relaciones virtuales a las reales. Sin embargo, sus críticos no tomaron en cuenta que las RSV, no generan individualismo en red en sí, sino que son el medio natural para la sociabilidad de una sociedad individualista. El individualismo en red, como forma dominante de sociabilidad, es selectiva y desterritorializada (en el sentido que da García Canclini). Es selectiva porque constituye un modelo social de interacción selectiva y pertenencia simbólica: no es una simple agregación de individuos aislados, el individuo construye sus relaciones en base a valores, afinidades e intereses seleccionados por él mismo. Es desterritorializada porque genera disociación entre localidad y socialización: no es necesario que el individuo esté presente en un espacio físico concreto para poder interactuar con otros individuos de intereses similares, ubicados en otros espacios.
Ambas características suponen entonces, que los individuos muestran menor preferencia por establecer relaciones primarias (es decir, con la familia y la comunidad física directa) que por constituir relaciones secundarias (grupos de referencia). La comunidad real no desaparece, pero no tiene la importancia de antaño para estructurar las relaciones sociales.
En los últimos años, las RSV se potenciaron con la aparición de plataformas (Facebook, Myspace y otros) cuyo objetivo es aglutinar todo tipo de RSV, permitiendo al usuario iniciar una nueva RSV, a partir de publicar su propia información. Sin embargo, estas plataformas no responden a los ideales que acompañaron la génesis de las RSV, sino que buscan lucro facilitando y coordinado relaciones entre RSV. Por tal razón, muestran versatilidad, pues son constantemente modificadas, intentando adaptarse a los usos y valores de los usuarios.
Por ello, no es de extrañar que estas plataformas pretendan dar cabida a todo tipo de intereses del usuario, incluso los políticos. Frente a un individuo cada vez más retirado de la esfera pública por la crisis de legitimidad política, las plataformas de RSV se constituyen entonces en una extensión del espacio público (donde se genera opinión pública de acuerdo a Habermas) con dos características: es virtual y difícilmente puede distinguirse de lo privado. De esta manera, el usuario expresa sus percepciones sobre política, ecología u otros temas globales, al mismo tiempo que comparte sentimientos, preferencias, gustos, etc.
Así, las plataformas de RSV se hacen cada vez más difusas, sirven para todo y nada: es complicado dar señal al ruido. Este fenómeno ya había sido descrito por varios autores, entre ellos Castells, quienes observaban que, pese a su adaptabilidad y flexibilidad, las redes sociales tienen problemas para coordinar funciones cuando se complejizan y sobredimensionan. A pesar de estas dificultades, parece ser que formar parte de una plataforma de RSV se vuelve una necesidad acuciante, puesto que mantenerse al margen puede implicar una nueva exclusión: un volumen importante de la sociabilidad ocurre en ellas.
Denuncias sobre manejo caprichoso de la información del usuario, facilidad para violar su privacidad o la aparición de grupos que promueven el odio hacia colectivos o individuos; son sólo algunas de las críticas hechas a las plataformas de RSV. Sin embargo, no puede soslayarse que son uno de los negocios más rentables de la primera década del nuevo milenio ¿Hasta dónde crecerán estas plataformas? ¿Son una moda pasajera que dará origen a otras formas de sociabilidad virtual? Todo parece indicar que estas plataformas virtuales “totales” (parafraseando a Goffman) tienen aún mucho camino por recorrer.
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