El problema de la interpretación de los conceptos de Gramsci puede ser decisivo a la hora de encontrar relación entre sus explicaciones y los acontecimientos políticos e históricos a los que hacen mención, más aún si se busca dotar de cierta actualidad a su pensamiento. Veamos, en este sentido, los conceptos de hegemonía y subalternidad.
En los “Cuadernos de la Cárcel” manifiesta el autor que se pueden establecer dos grandes planos superestructurales; el que se puede llamar de la “sociedad civil”, o sea el conjunto de organismos vulgarmente llamados privados, y el de la “sociedad política o Estado” que corresponde a la función de “hegemonía” y de “dominio directo” o de “mando que se expresa en el Estado y en el gobierno jurídico” (T4:357).
Pueden verse aquí dos ideas claras que podrían desembocar en dos distintas interpretaciones de lo que quería expresar Gramsci y que solo podría comprenderse en relación a los otros conceptos trabajados por el político y filósofo italiano. La primera de las ideas es asumir una separación entre los dos conceptos y por lo tanto entre las dos realidades, de modo que no existe unidad alguna entre la sociedad civil y la sociedad política. La segunda, pensar que la hegemonía refiere únicamente a los mecanismos que utiliza la clase dominante frente a un grupo de personas que, en este sentido, asumen la condición de subalternos. Acanda (2007) ofrece un análisis para comprender mejor dichas interpretaciones.
Expresa en su libro “Traducir a Gramsci” que
si despojamos artificiosamente a la sociedad civil de su dimensión política, no solo abrimos las puertas al uso retórico y demagógico de los conceptos gramscianos –que devienen así meras palabras vacías de contenido – sino que también se llega a concebir a la ideología y a la política como fenómenos independientes con respecto a la economía” (Acanda, 2007:6).
Hacer esta separación ha llevado a mal llamar a Gramsci “teórico de las superestructuras”, cuando en el conjunto de su pensamiento es posible comprender que la superestructura solo puede ser entendida en relación a la economía y que, por lo tanto, la sociedad civil solo puede ser entendida en relación a la clase política.
En este sentido es que puede comprenderse a la cultura ligada al campo de lo estructural. Se advierte que ella es necesaria y además relacionada con los otros procesos existentes en la sociedad, y así “lo cultural deviene parte integrante del proceso de producción, y del proceso de reproducción ampliada del valor, es decir, del proceso de plusvalía, que es la esencia del capitalismo” (Acanda, 2007:25).
Por esta razón, en la concepción gramsciana, surgen los intelectuales como aquellos que no necesariamente refieren a los grandes creadores como los artistas, los poetas y demás, sino a todos aquellos que están insertos en la vida práctica como constructores. De ahí el apelativo de orgánico que implica la relación de dependencia interna entre dos o más objetos y que en este caso remite a la relación entre cultura y sociedad, o bien, entre intelectual y clase. Por ello los intelectuales no solo pertenecen a la clase dominante, sino que posibilitan que las clases subalternas tengan movilidad a través de los procesos denominados por Gramsci: guerra de movimiento y guerra de trincheras.
Acanda expresa de un modo muy concreto lo que podría entenderse como intelectual orgánico:
El carácter orgánico o no de la actividad intelectual se determina a partir del análisis de la función que ejerce en el seno de la superestructura. Toda clase necesita de intelectuales. Siempre existe un vínculo orgánico entre los intelectuales y las distintas clases sociales. Sean conscientes o no de ello, los intelectuales son funcionarios de una lógica macropolítica de carácter incluyente, sea del Estado, del capital, de la clase obrera, de la nacionalidad, etc.
Entonces, hay intelectuales orgánicos que son funcionales a la burguesía, pero hay otros que son funcionales a la subalternidad y desde los cuales se crea la contrahegemonía, la cultura crítica. Se lee en los cuadernos de la cárcel que “los grandes intelectuales ejercen la hegemonía, que presupone una cierta colaboración, o sea un consenso activo y voluntario (libre)” (T2:18), y que la hegemonía “necesariamente implica y supone una unidad intelectual y una ética correspondiente a una concepción de lo real que ha superado el sentido común y se ha convertido, aunque dentro de límites todavía restringidos, en crítica” (T4:253).
La integración de los conceptos, de manera orgánica, permite comprender más claramente la relación que se establece entre los intelectuales y la formación de un modo de comprender, de una manera de presentarse en sociedad, que bien podría ser, en este caso, hegemónica o contrahegemónica.
BIBLIOGRAFÍA
Acanda, J. (2007). Traducir a Gramsci. Capítulo 8 (Versión digital). La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.
Gramsci, A. Cuadernos de la Prisión. Tomos digitales.
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